domingo, 15 de marzo de 2009

Fragmentos del recuerdo



POR ENRIQUE MANZO

Y el fotógrafo siempre se despide con nostalgia de los lugares donde ha estado, donde su cámara ha pasado y plasmado costumbres, arquitectura, flores, plantas, animales, paisajes y gente.

La nostalgia es un modo del recuerdo desgarrado. Es un arrancarse, voluntario o involunntario, del lugar donde se ha permanecido por un tiempo determinado. En este sentido el fotógrafo madura y muere cada vez que se despide de algún sitio. Intenta, en sus últimos ejercicios fotográficos, retomar una sensibilidad perdida por el arraigo incipente y la relación que ha desarrollado con el sitio en cuestión por el simple hecho de haber permanecido en él. Cuando un fotógrafo llega a un lugar todo le parece novedoso. Es por eso que guarda, este personaje nostálgico, una similitud con el niño. El trabajo del fotógrafo consiste en eso, en mudar y mudar de sitios, en moverse y escabullirse por lugares almacenados en su imaginario, en su fantasía. Y es que al niño le pasa lo mismo en sentido inverso. El niño no busca renovarse, la renovación le llega de fuera. Es como si la realidad asaltara la curiosidad del infante cada vez que percibe algo nuevo, algo que llama su atención. La mente del niño se asemeja a la cámara fotográfica; ambos almacenan imágenes, la de uno son imágenes fantásticas, la del otro también pero con un sesgo mentiroso de objetividad.
La estancia en Guatemala del fotógrafo devino en melancolía. La melancolía no existe ya como tal en los cuadros psiquiátricos y psicológicos actuales, se ha convertido en depresión. Pero ambos términos se diferencian en mucho. La melancolía es motivo de inspiración artística, la depresión un cuadro de la enfermedad mental. Y es justo una situación melancólica la que el fotógrafo logra vencer en esos momentos de nula inspiración cuando abandona el sitio donde ha estado.
Guatemala, un país maya, de creencias fuertes y arraigadas es un sitio donde la melancolía y la nostalgia se respiran, se sienten en la piel, se huelen en la comida, en los mercados, en sus procesiones de samana santa. La melancolía y la nostalgia toman vínculos con el pasado y se convierten en colores, colores brillantes que denotan un pueblo vivo y resistente. El pueblo guatemalteco, a pesar haber sido abatido por innumerables tragedias históricas que demandarían una actitud indiferente y de dejadez, ríe y festeja.
La nostalgia y la melancolía del pueblo guetemalteco dejan huella intensa en la imaginación del fotógrafo. Tal como si Guatemala fuera siempre un lugar de inspiración para la fotografía, como si los colores, olores y sensasiones no tuvieran fin en un pueblo, que por su historia, pareciera estar acabado.

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