miércoles, 9 de junio de 2010

ENTONCES CAIGO

Tras de tu paso sobrevino un viento ligero.
El olor de las palabras mentadas se impregnó en mi piel.
A la distancia el recuerdo se vivifica.
Olvido, ya no cabes en la memoria. Te desbordas espumoso.

Aquella tarde la ventana devino entre abierta.
Las cortinas ondulaban a tu ritmo, sinfónico hálito;
incitaban a la brisa, la acurrucaban entre los pliegues de la tela,
la invitaban a dormir a mi lado, a humedecer mi cuerpo hasta la cabeza

Aletargado tras un desvelo incesante la noche brotó repentina
Calor de verano prematuro, brisa tenue, tibia, floja, perezosa
El llanto de las nubes tempestivas golpeó mis piernas con ternura
Refrescaban mi memoria justo en la transición del despegue.

Piel impregnada de calor húmedo, cuerpo pegajoso
Sueño precoz y pesadillas nítidas, tergiversación onírica
Femeninas siluetas embrujadas con olor a deceso, a deseo
Te ocultaste de nuevo, tu espalda desvaneció entre la neblina nocturna.

El llanto golpea con más furia, se endurece, pesa, mis pies enfrían.
Me sueño despierto, experimento la no gravedad, me voy sin retorno.
La única salida del pozo es su propio fondo, punto oscuro, sin reflejos
De pronto mi sueño devuelve tu silueta, la vomita, entonces caigo.

jueves, 6 de mayo de 2010

DIÁLOGO CON LA MUERTE


DIÁLOGO CON LA MUERTE

La vida se convierte en un puñado de cabellos blancos que han ido perdiendo su pigmento oscuro junto con la inconciencia del camino a la muerte. De repente has transitado ya ese camino, nunca te diste cuenta que pasó frente a tus ojos la cosa más curiosa de todas: aquello a lo que llaman vida.

No sé si estuve muerto desde que nací, nunca me di cuenta de lo que me dices o tal vez el mundo es demasiado vil para encontrarlo curioso.

Yo no dije que fuera “curioso el mundo” ni que te fueras a encontrar con puras cosas bellas al momento de venir a él, lo que dije es que la vida es curiosa, es ese sentimiento que tiene cualquier vertebrado al mirar algo que le llama la atención, ese sentimiento de incertidumbre que tiene un niño cuando se le presenta una situación nunca vivida. Yo tengo 56 años y todavía se me presentan esas pequeñas chispas de incertidumbre; cada vez son menos, sin embargo no dejo de sentirlas. He pensado que el trayecto de vida es eso, un constante agotamiento de las situaciones de asombro, una agotamiento de las posibilidades de ser, un acabose de cabellos oscuros, el ser humano es un ser posible, mientras vive, y cuando muere, simplemente ya no lo es, agotó toda posibilidad. Sólo le quedó una: morir

Pero la muerte no es ninguna posibilidad, es todo lo contrario, una certidumbre rotunda, fatal, imparcial, definitiva, es la más simple y terrorífica de las cosas…La muerte no existe precisamente por eso, porque no es una posibilidad, y todo lo que existe es algo posible, algo en potencia, y lo es precisamente porque está montado en el tren del tiempo, del movimiento. Todo lo que existe se mueve, tiene sentido. Es por ello que eso que llamamos “vida”, es algo paradójico ¿Cómo es posible que nuestro cuerpo, siempre en movimiento, tienda hacia el reposo absoluto?

Es que no tiende hacia el reposo absoluto, de hecho no dejamos de movernos, no te olvides que estamos constituidos por vacío, que a escala humana, constituye aquello que llamamos materia, y el elemento más pequeño de la materia es el átomo y el átomo es pura relación de energía y la energía no es materia, no puede serlo. Entonces, cuando morimos, ese cúmulo de partículas en movimiento, por el simple hecho de moverse tiende a separarse y a desintegrarse. No nos dejamos de mover, al contrario, somos víctimas del movimiento, por eso morimos. Pero eso no tiene mucho que ver con que la vida sea una curiosidad. El hecho de estar aquí y de indagar acerca de las experiencias no es comparable al hecho de indagar si somos o no seres constituidos de materia

No…, pero si puede brindarte una perspectiva, no solo de la vida, sino del mundo que vemos, sentimos, olemos…No te olvides que cualquier cosa que entra por nuestros sentidos es compatible con lo que la realidad permite ser sentido, es más, ello no se aplica únicamente a lo que sentimos, va más allá, se aplica también al raciocinio y a la imaginación, se aplica incluso al sueño. Los sueños, por mucho que pensemos que no tienen una correspondencia con el mundo material, la tienen, es más, los sueños son la reproducción más exacta de la realidad, puesto que ambos son continuidad pura, sin más. El mundo material es la esencia del mundo onírico. La experiencia de volar en un sueño, se compone de muchas experiencias recogidas de la vigilia; de la carencia de gravedad de cuando fuiste en tu niñez a una alberca y experimentaste la reducción de tu peso, del mirar a las aves cuando pasan por encima de ti, o a los aviones, de los súper héroes de la caricaturas que ven tus nietos por televisión y de un largo etcétera más del cual, probablemente, ni siquiera nos percatamos al momento de vivirlo. En cuanto a lo que imaginamos, que decir, la imaginación, la que empleamos en nuestros momentos de conciencia, no la onírica, es una realidad opaca de la experiencia, una realidad que ya no es material propiamente dicho, sino mental. Al pasar la realidad al código de la inteligencia humana, aquella toma cierta independencia, digamos que la realidad mental es una especie de fotografía de la realidad material, un método petrificador que estatiza el movimiento y el tiempo, materia prima del raciocinio. Al inmovilizar la realidad la analizamos, la nombramos, si no tuviéramos esa capacidad de detener el tiempo y sintetizar el espacio, y más aun, de nombrarlo y cuantificarlo, se nos escaparía de las manos como se nos escapa el agua cuando intentamos cogerla con un puño.

lunes, 5 de abril de 2010

La resaca. desempolvando cuentos antiguos

I.
La luz comenzó a entrar por la ventana conforme el día comenzaba a emanciparse de la noche. La fiesta del día anterior le había permitido al profesor dormir unas cuantas horas antes del amanecer. Su pareja sexual, con un sueño por demás completo, se levantó a mear (como de costumbre) a la hora en que el gallo canta. Él, sin percatarse de este hecho, puso la mano sobre la cintura de su pareja y quedó convencido de que ese día no se había cumplido la tan rutinaria meada matutina. –quizá lo percibí entre-sueños- se dijo a sí mismo. La erección mañanera comenzaba a consolidarse mientras la palma de su mano se deslizaba lentamente sobre aquellas nalgas blancas. En el pensamiento de todo hombre crudo aparece, siempre, la necesidad de un buen revolcón; se necesita sudar un poco para que la cruda comience a desaparecer. De repente, mientras el profesor imaginaba todo esto, escuchó como se habría la puerta del baño (el cuál se localizaba en la recámara dónde ambos dormían), automáticamente volteó hacia ella, y su pareja posaba recargada en el marco de la puerta contemplando el nivel de cruda que el profesor tenía y la manera tan erótica en que acariciaba la almohada.

jueves, 1 de abril de 2010

Olor a muerte

Escucho notas de pies desnudos a la distancia.
toman vuelo y se alzan hacia cielo,
hacen ruido en el aire, el viento arrastra recuerdos,
coge cabellos rojos y los devuelve a mi almohada.

Siempre de noche la ventana se abre, hambrienta, insaciable.
Olor a piel blanca, sonidos con textura de canto, acento indefinido,
mensaje céfiro, sutil. Arrastra la vigilia, hazla dinámica.
Locura de sueños quebrados y lluviosos, neblina con olor a luna.

Estar y no estar, ilusión femenina del recuerdo,
velos blancos que tapan la mirada del alma,
sueños miopes, lucidez ciega, extranjeros perdidos.

Pasos sobre madera, chillido de fricciones tempestivas.
Sonidos fluidos tras la puerta de la recámara, olor a comida.
Letras y enunciados que pasan fugaces por la mente, odio prematuro.
Viajes insólitos a lugares inhóspitos surgidos de la imaginación.

Vuelos interminables, separaciones momentáneas,
Reencuentros innecesarios, indeseados.
Imágenes presentes, dinámicas, viajes con retornos corotos,
Desilusiones con llanto y olor a suicidio; sentimiento de pertenencia.

Ombligo del mundo interruptor de historias fantásticas,
unes y desunes a tu antojo, separas el cielo de la tierra, el aire del mar.
El dolor del regreso derrotado, el fin estuvo cerca, capacidades olfativas.
Muerte prematura, edad de infante, desarrollo trunco; la felicidad no existe.

Un día de insomnio...




Aquella noche de insomnio arrastrado por días y días creí estar volviéndome loco. El viento soplaba con fuerza y el frío se acentuaba al paso de los minutos. La ventana abierta permitía entrar a los fantasmas que asaltan con frecuencia el momento en que uno comienza a echar a andar el motor onírico, ese que aligera el pensamiento hasta convertirlo en imágenes sin pies, incoherentes, simultáneas y aceleradas a ritmos vertiginosos que motivan la ansiedad. Y es que en eso consiste el insomnio, es un instante de lucidez compuesto por los temores que uno lleva en la cabeza pero que los vuelve tan perfectos que parecen reales. El insomnio es un desorden de la imaginación, donde la muerte es lo imaginado.

La muerte se personifica en símbolos que la imaginación reproduce al grado de volverlos reales y el momento en que la vigilia se separa del mundo onírico se torna tan reales que uno duda acerca de la verdad de su existencia; a dos pasos de ahí esta la locura. Es un momento de parálisis dinámica, un momento de angustia y temor que detiene al cuerpo para que la mente tome su lugar. La imaginación logra recrear de un modo tan real la propia imagen corporal que es capaz de volverla ligera, acuosa, incluso gaseosa.

Esa noche, ya bien entrado el sosiego, entre todos estos ruidos producidos por el viento, el frío y el recuerdo, comenzó a destacar uno muy particular.

En las noche, cuando la vista humana es casi inútil, cuando los ojos son incapaces de percibir la realidad en colores y el sentido de la supervivencia se reduce a la percepción maniquea del blanco y del negro y del movimiento sin más, los otro sentidos se agudizan y en especial el oído. El mundo nocturno del desvelo es el mundo de los sonidos, son ellos quines echan a volar la imaginación, no cabe duda. Los ruidos son lo que hacen trabajar a la fantasía a ritmos insospechados.

Siempre que escucho un ruido poco particular me detengo a pensar en su origen, por lo general uno escucha el claxon de algún camión atrabancado cuyo conductor seguramente va borracho, el tráfico aéreo, los gemidos de alguna perra a quien le dan por el culo en la casa de enfrente, el llanto del niño recién nacido de la vecina, un bohemio que cruza por la calle acompañado de algún amigo con el que platica a carcajadas y a gritos desparpajados, los músicos más sublimes que hay en este mundo de concreto (los grillos), cuyas composiciones se dan de manera colectiva, y si uno se concentra en el ruido producido por unos 8 o 9 grillos llegará a escuchar la esencia del sonido; fluidez pura.

Todo esto pasa en las noches, pero aquella fue especial; nunca había escuchado el ruido de la angustia, nunca pensé que la angustia sonara de esa manera y aun sin saber que era lo que sonaba yo intuía que eso era algo vivo infestado de miedo. Dejé que sonara un rato sin hacer nada hasta que dieron la 5:00 am. En ese momento la vigilia se separaba da la ensoñación y mi cuerpo comenzaba a flotar en el aire, se despegaba de la cama mientras el ruido se hacía más insoportable y agudo. De repente logré ver la recámara en su totalidad y cual ser necesitado de luz me dirigí hacia el interruptor pero el foco no encendió, señal de que tenía que ser entregado por completo al mundo de los sonidos. Mi cuerpo yacía cadavérico acostado sobre la cama; lo miré y lo contemplé, nunca me observé a mi mismo tan indefenso. Pero eso no era lo que llamaba del todo mi atención, más lo hacía el ruido insoportable que provenía de algún rincón escudriñado en alguna esquina de la recámara. En seguida localicé el origen de ese ruido y se vertió sobre mi interior una desesperación sin antecedente; me comuniqué con aquel animal.

Dentro de una botella de agua de plástico vacía brillaba como luciérnaga una palomilla de la luz. El ruido producido era el de su incesante y desesperado aleteo por encontrar una salida extraviada y estrecha. La pregunta que me hice en ese momento fue acerca de la necesidad de encontrar una escapatoria que no esta en otro lugar que dentro de uno mismo; pero eso supone locura, pero aun así, no me bastó la idea de salir de uno mismo y que mejor mundo que el de verse encarcelado en una botella de agua para ser obligado a percibir cada aspecto de uno mismo. Sin embargo comprendí la necesidad del animalillo brillante y a la brevedad lo saqué de ahí. En seguida la luz del sol comenzó a pegar sobre mi rostro recostado; no hubo otro remedio que regresar al mundo de la vigilia. Aquella noche había logrado dormir unas cuantas horas y me convencí de que la locura estaba lejos aun de mi, de no ser así no hubiese otorgado la libertad a aquel ser diminuto dotado de alas y no hubiese decidido regresar a mi cuerpo en el momento en que la luz aparecía.; otro día más sin aceptar del todo la idea del encierro. Creo que aun tengo alas, pero la salida de la botella me corresponde a mi; no existe un ser que pueda despertarse y sacarme del encierro.