lunes, 5 de abril de 2010

La resaca. desempolvando cuentos antiguos

I.
La luz comenzó a entrar por la ventana conforme el día comenzaba a emanciparse de la noche. La fiesta del día anterior le había permitido al profesor dormir unas cuantas horas antes del amanecer. Su pareja sexual, con un sueño por demás completo, se levantó a mear (como de costumbre) a la hora en que el gallo canta. Él, sin percatarse de este hecho, puso la mano sobre la cintura de su pareja y quedó convencido de que ese día no se había cumplido la tan rutinaria meada matutina. –quizá lo percibí entre-sueños- se dijo a sí mismo. La erección mañanera comenzaba a consolidarse mientras la palma de su mano se deslizaba lentamente sobre aquellas nalgas blancas. En el pensamiento de todo hombre crudo aparece, siempre, la necesidad de un buen revolcón; se necesita sudar un poco para que la cruda comience a desaparecer. De repente, mientras el profesor imaginaba todo esto, escuchó como se habría la puerta del baño (el cuál se localizaba en la recámara dónde ambos dormían), automáticamente volteó hacia ella, y su pareja posaba recargada en el marco de la puerta contemplando el nivel de cruda que el profesor tenía y la manera tan erótica en que acariciaba la almohada.

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