miércoles, 9 de junio de 2010

ENTONCES CAIGO

Tras de tu paso sobrevino un viento ligero.
El olor de las palabras mentadas se impregnó en mi piel.
A la distancia el recuerdo se vivifica.
Olvido, ya no cabes en la memoria. Te desbordas espumoso.

Aquella tarde la ventana devino entre abierta.
Las cortinas ondulaban a tu ritmo, sinfónico hálito;
incitaban a la brisa, la acurrucaban entre los pliegues de la tela,
la invitaban a dormir a mi lado, a humedecer mi cuerpo hasta la cabeza

Aletargado tras un desvelo incesante la noche brotó repentina
Calor de verano prematuro, brisa tenue, tibia, floja, perezosa
El llanto de las nubes tempestivas golpeó mis piernas con ternura
Refrescaban mi memoria justo en la transición del despegue.

Piel impregnada de calor húmedo, cuerpo pegajoso
Sueño precoz y pesadillas nítidas, tergiversación onírica
Femeninas siluetas embrujadas con olor a deceso, a deseo
Te ocultaste de nuevo, tu espalda desvaneció entre la neblina nocturna.

El llanto golpea con más furia, se endurece, pesa, mis pies enfrían.
Me sueño despierto, experimento la no gravedad, me voy sin retorno.
La única salida del pozo es su propio fondo, punto oscuro, sin reflejos
De pronto mi sueño devuelve tu silueta, la vomita, entonces caigo.

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